Saturday, June 30, 2007

A CONTRA RELOJ

Semana intensa…
Poco a poco me voy despidiendo de la gente y de los sitios y veo cada vez más cerca el día 2. Y supongo que pasa lo que pasa siempre, que te das cuenta de que aun te faltan muchas cosas por hacer de aquella larga lista que te habías propuesto al poco tiempo de llegar. Así que vamos por partes…

Después de unos meses, por fin cenamos en casa de Tamara! No hace falta comentar lo grande que era el piso, ni lo enorme que era la cocina, ni lo bonita que estaba su habitación, ni lo bien que cenamos… Lo que sí hay que comentar, sin duda, es su balcón… Tiene unas vistas increíbles que me hicieron recordar a mi casa. No a mi casa de ahora, la de mis padres, sino a mi casa de toda la vida. Esa que ahora ya no es del todo mi casa, pero que me trae tantos recuerdos… (Definitivamente, tengo que encontrarme un sitio pronto…). Además en su balcón había dos sofás. Sí, sí… dos sofás… Y cuando llevas nueve meses viviendo en un piso en el que lo más parecido que tienes a un sofá es un duro banco de madera (¡Qué hubiese hecho sin la silla que me regalaste en Gent!) encontrar dos sofás con vistas a Bilbao… Sin palabras…

Hace unos días subí, por fin, al Puente Colgante de Portugalete. Anna me acompañó, hasta el ascensor de la parte de Getxo y ella cruzó por abajo. No me extraña nada que la gente que tiene vértigo lo pase mal porque la verdad es que el sitio impresiona. Impresiona ver el ascensor desde abajo, impresiona la plataforma, impresiona la subida en ascensor, las vistas desde arriba y, sobretodo, mirar abajo y ver el agua de La Ría desde 50 metros… Parece poco, pero una vez que estás arriba esos 50 metros parecen muchos más.

Anécdota absurda de mi visita al Puente Colgante: Tres guiris suben conmigo en el ascensor y el hombre que se ocupa de subir y bajar gente nos explica que si queremos bajar en Portu tenemos que abrir una pequeña puertecita para apretar el botón que llama al ascensor (¿Sería correcto decir ascensorero?). Los tres guiris cruzan el puente en 3 minutos y vuelven bastante rápido al ascensor de Getxo (“¿Qué les habrá pasado?”). Yo sigo mi visita al puente colgante y cuando llego al ascensor de Portu… Tachán! La maneta que abre la puerta del botón que llama al ascensor está rota, así que no puedo llamar… (“¿Por qué siempre tengo que quedarme encerrada en sitios tan raros?”). Llamo a Anna, que me espera abajo, y le pido que avise al “ascensorero”, que sube a buscarme descojonado de la risa… En fin…

El miércoles hicimos algo que yo había hecho con Ana (Ana con una N, no con dos) y que les propuse hace tiempo. Coger una bici (el ayuntamiento de Bilbao las deja), dar un paseo por la Ría e ir a La Karola, un bar genial a las afueras de Bilbao, con vistas a La Ría, sofás y buena música… La tarde fue genial, volvimos de allí también en bici hasta el casco viejo y acabamos donde se acaba siempre, haciendo potes por Somera… Sentados en esa calle llena de gente… (Última visita al K2 y regalo de cumpleaños / santo de Juan…).


El jueves, por fin, Juan, Marta y yo hicimos realidad el PPPP (Plan de Peregrinación al Pico del Pagasarri). Salimos de casa de Juan a las 10 de la mañana y llegamos arriba a las 12. Allí, además de ver Bizkaia (sí, desde ese monte se ve todo Bizkaia) conocimos a Telmo, un niño que había subido con su padre y que, para sorpresa de todos, no quiso coger ninguna de las chuches que llevábamos encima para soportar el trayecto…


En el tiempo intermedio a todo esto me he dedicado a dar vueltas por Bilbao, volver a sitios que me apetecía volver a ver, ir a bares donde me apetecía estar y, sobretodo, estar con gente…


Ayer caminaba por La Ría de camino a casa y recordaba que ese mismo trayecto nueve meses antes parecía muy diferente… Ahora esta ciudad es como mía…

Ayer por la noche, cena de Politólogos (no me preguntéis como, pero he acabado rodeada de un montón de ellos) en una sidrería de Romo. Sidra, langostinos, lubina… conversaciones de política… (Más sidra por favor!!)… Después de cenar fuimos a la lonja de Luismi (el politólogo organizador del evento), donde la canción estrella de la noche fue la versión inglesa de “un mundo ideal” (sí, de Aladín). Después cogimos el metro y nos fuimos a las ya más que acabadas fiestas de Sopelana.

Despedida de Tamara… Gero arte, niña! Nunca agur!

Sin más…
Salí del metro y de repente se había hecho de día. En las calles no había nadie y el Casco Viejo estaba tan bonito como siempre…

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