LA VIDA (Y MUERTE) DE LOS GIRASOLES
Por fin, después de casi un mes en Bilbao… el Guggenheim!!!! Ya lo había visto antes, pero no lo había ido a visitar expresamente, así, como más oficialmente, así que aprovechando que había jornada de puertas abiertas, ayer fui con unos amigos a ver el museo (no es que no me parezca bien gastar dinero en el arte, al contrario; pero considero que 13 euros es algo exagerado… ¿A caso la gente que no dispone de ese dinero no merece disfrutar del arte? Mmmmm La capitalización del arte… un buen tema que me guardo para otro post!!! Cierro paréntesis). Una lástima, pero estaba lloviendo, así que no pudimos ver el brillo del Guggenheim al sol (realmente bonito!!!), pero se podría encontrar una metáfora a esto… El Guggenheim es reflejo del estado de ánimo de su ciudad.
De todos modos, este post no es para hablar del Guggenheim (creo que no necesita más propaganda, aunque puede que diciendo esto le haga más publicidad aún... Mmmm Bueno, consecuencias de compartir piso con una publicista). El propósito de este post es hablaros de un sentimiento que experimenté en el museo. Estaba en la exposición permanente cuando vi un cuadro que había en la sala siguiente. Era un cuadro que no había visto nunca, pero que me llegó al momento. Era un cuadro enorme con unos girasoles negros mirando al suelo, donde había un cadáver. Se llama Tournesols i es de Anselm Kiefer, pintor alemán que nació justo después del fin de la Segunda Guerra Mundial. No todo el mundo lo sabe, pero voy a hacer público mi amor por los girasoles!!! Dentro de una vida, son capaces de morir cada noche y volver a vivir una nueva vida cada día, tienen estados de ánimo y son realmente preciosos… Por eso me llegó tanto el cuadro de los girasoles de Kiefer. El cuadro era enorme y yo tenía delante unos girasoles gigantes, negros, que reflejaban el horror de la postguerra delante mio! Era un arte de esos que te envuelven, que son grandes por su contenido y por su significado, que son capaces de mezclar lo que los estudiantes de literatura (y de cualquier otro arte) llamamos “form and function”, es decir, la innovación creativa y el mensaje encerrado en la obra…
Siento el rollazo cultural, pero hacía tiempo que una obra de arte no me conmovía de esa manera y quiero aprovecharlo y compartir ese sentimiento (si no, no haberlo leído :P)
De todos modos, este post no es para hablar del Guggenheim (creo que no necesita más propaganda, aunque puede que diciendo esto le haga más publicidad aún... Mmmm Bueno, consecuencias de compartir piso con una publicista). El propósito de este post es hablaros de un sentimiento que experimenté en el museo. Estaba en la exposición permanente cuando vi un cuadro que había en la sala siguiente. Era un cuadro que no había visto nunca, pero que me llegó al momento. Era un cuadro enorme con unos girasoles negros mirando al suelo, donde había un cadáver. Se llama Tournesols i es de Anselm Kiefer, pintor alemán que nació justo después del fin de la Segunda Guerra Mundial. No todo el mundo lo sabe, pero voy a hacer público mi amor por los girasoles!!! Dentro de una vida, son capaces de morir cada noche y volver a vivir una nueva vida cada día, tienen estados de ánimo y son realmente preciosos… Por eso me llegó tanto el cuadro de los girasoles de Kiefer. El cuadro era enorme y yo tenía delante unos girasoles gigantes, negros, que reflejaban el horror de la postguerra delante mio! Era un arte de esos que te envuelven, que son grandes por su contenido y por su significado, que son capaces de mezclar lo que los estudiantes de literatura (y de cualquier otro arte) llamamos “form and function”, es decir, la innovación creativa y el mensaje encerrado en la obra…
Siento el rollazo cultural, pero hacía tiempo que una obra de arte no me conmovía de esa manera y quiero aprovecharlo y compartir ese sentimiento (si no, no haberlo leído :P)
1 Comments:
Bueno niña no he podido leer nada pero espero tener un ratillo mas.
Un besazo y hablamos.
Gemma.
Post a Comment
<< Home