LLUVIA DE BILBAO
¡Llueve! Parece que ha llegado el otoño a Bilbao (qué rabia que suene como un anuncio de todos-sabemos-qué!). Las calles de Zazpi Kaleak se han llenado de repente de una magia especial, la niebla cubre las montañas y el Arriaga Aintzoki brilla difuminado entre la humedad por la noche. ¿Quién me había dicho que Bilbao no era bonito?
Esta época del año la siento diferente. El sentimiento de que llega una época del año que es, en teoría, la más especial, hace que el presente sea más especial aún porque se llena de expectativas y melancolía (una vez que estás en plena Navidad las comidas, los buenos propósitos que no se cumplirán y las compras no dejan tiempo para nada más)… Quiero disfrutar del presente, pero también quiero recordar, volver a disfrutar del pasado y que mi mente me lleve a futuros que no existirán, ponerme gorros y bufandas largas, que la nariz se me ponga roja del frío, ver la lluvia caer a contraluz, soplar y que salga vaho, taparme con el nórdico hasta media cara al ir a dormir, sentir el agua bien caliente de la ducha por la mañana, ver cada día la sonrisa del chico que vende castañas en la Plaza Unamuno, sopa para cenar (¡Qué diría de esto Mafalda!), mirar el “mal tiempo” desde mi ventana, cocinar algo para alguien un día de tormenta, jerséis de cuello alto y calcetines largos, tomar un café en una gran taza mientras leo junto a la ventana de un bar vacío, pasear sin saber donde voy, poder volver a sentir…
Va… dejad de poner esa cara cuando hace “mal tiempo”, la lluvia es vida, incluso cuando nos cuesta sentirla…
Esta época del año la siento diferente. El sentimiento de que llega una época del año que es, en teoría, la más especial, hace que el presente sea más especial aún porque se llena de expectativas y melancolía (una vez que estás en plena Navidad las comidas, los buenos propósitos que no se cumplirán y las compras no dejan tiempo para nada más)… Quiero disfrutar del presente, pero también quiero recordar, volver a disfrutar del pasado y que mi mente me lleve a futuros que no existirán, ponerme gorros y bufandas largas, que la nariz se me ponga roja del frío, ver la lluvia caer a contraluz, soplar y que salga vaho, taparme con el nórdico hasta media cara al ir a dormir, sentir el agua bien caliente de la ducha por la mañana, ver cada día la sonrisa del chico que vende castañas en la Plaza Unamuno, sopa para cenar (¡Qué diría de esto Mafalda!), mirar el “mal tiempo” desde mi ventana, cocinar algo para alguien un día de tormenta, jerséis de cuello alto y calcetines largos, tomar un café en una gran taza mientras leo junto a la ventana de un bar vacío, pasear sin saber donde voy, poder volver a sentir…
Va… dejad de poner esa cara cuando hace “mal tiempo”, la lluvia es vida, incluso cuando nos cuesta sentirla…
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